domingo, 24 de octubre de 2010

martes, 19 de octubre de 2010

Pelusas de alfombra

Sirilo es un hombre viejo. Hace años que vive en soledad. Soledad alcohólica, silenciosa y fiel. Sirilo no recuerda cuánto ha compartido con ella, ha olvidado también las risas de sus hijos, ruidosos incordios que interrumpían su evasión.
Ahora los ve, están allí, emergen de la raída y deshilachada alfombra. Resurgen viscerales, hostigándolo, expandiendo sus culpas antes en sombra.
De pronto, las risas comienzan a ser cada vez más intensas, más agobiantes e inevitables. Sirilo se siente mareado, sofocado. Los sonidos inocentes son ahora ruidos insoportables, entran en su mente e inundan sus restos de alma.
Sirilo nunca pudo con su vicio.
Enfurecido toma una silla y comienza a golpear a los monstruos que lo asechan. Sus movimientos son imprecisos. Sirilo quiere destruir su pasado y con él sus miserias. Éstas ya no están debajo de la alfombra cómplice, están en él y lo controlan.
Se desmaya.
Cuando despierta ya no está en la misma habitación. Las paredes son blancas. La alfombra ya no es. Hay un instante de cordura.
Pasaron dos semanas y volvió a suceder.