Ahora los ve, están allí, emergen de la raída y deshilachada alfombra. Resurgen viscerales, hostigándolo, expandiendo sus culpas antes en sombra.
De pronto, las risas comienzan a ser cada vez más intensas, más agobiantes e inevitables. Sirilo se siente mareado, sofocado. Los sonidos inocentes son ahora ruidos insoportables, entran en su mente e inundan sus restos de alma.
Sirilo nunca pudo con su vicio.
Enfurecido toma una silla y comienza a golpear a los monstruos que lo asechan. Sus movimientos son imprecisos. Sirilo quiere destruir su pasado y con él sus miserias. Éstas ya no están debajo de la alfombra cómplice, están en él y lo controlan.
Se desmaya.
Cuando despierta ya no está en la misma habitación. Las paredes son blancas. La alfombra ya no es. Hay un instante de cordura.
Pasaron dos semanas y volvió a suceder.
De pronto, las risas comienzan a ser cada vez más intensas, más agobiantes e inevitables. Sirilo se siente mareado, sofocado. Los sonidos inocentes son ahora ruidos insoportables, entran en su mente e inundan sus restos de alma.
Sirilo nunca pudo con su vicio.
Enfurecido toma una silla y comienza a golpear a los monstruos que lo asechan. Sus movimientos son imprecisos. Sirilo quiere destruir su pasado y con él sus miserias. Éstas ya no están debajo de la alfombra cómplice, están en él y lo controlan.
Se desmaya.
Cuando despierta ya no está en la misma habitación. Las paredes son blancas. La alfombra ya no es. Hay un instante de cordura.
Pasaron dos semanas y volvió a suceder.
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