Muchas veces me sorprendí amargamente de los efectos del fútbol en las personas. Los fanatismos (siempre desmedidos) y sus respectivas manifestaciones violentas. El poder en manos de pocos. Los sueldos
elevadísimos de los jugadores. El Circo Romano
Posmoderno.
Por otro lado, sostengo, como muchos, que las mujeres solemos tener menor conciencia de grupo y que somos más competitivas que los hombres debido a la falta de un juego impuesto socialmente al género.
Quedan seis días para la
finalización del Mundial
Sudáfrica 2010. El país con nombre de río en el que nací tiene
chance de ganar. Generaciones enteras viven esto por primera vez. Debo reconocerme
altamente fanatizada y totalmente emocionada.
Lloré con el último partido.
Participé de los festejos por 18 de julio. Intercambié miradas de alegría con la gente (los niños tenían los ojos más grandes que nunca). Creo que juntos
compartíamos uno de esos momentos efímeros de felicidad; instancias necesarias en una época en donde priman los
individualismos, en donde la sociedad está cada vez más fragmentada, en donde ya no se persiguen utopías colectivas.
Me pregunto qué pasaría si
ganáramos. Cuánta incidencia tendría esto en la
autoestima del pueblo todo. Imagino a mis alumnos
pseudoadolescentes (
tempranamente desesperanzados y
desmotivados) con ganas de hacer cosas. ¿Hasta dónde
beneficiaría este triunfo al Estado Uruguayo (sediento por seguir creciendo)? ¿Cambiaría su
status en las relaciones internacionales?.
Hace unos días leí algo que me pareció interesante. Es sabido que el Estado Sudafricano ha gastado una gran suma de dinero (traducido a miles de millones de euros) para ser el locatario de este evento.
Sudáfrica, país socialmente desigual, todavía necesita invertir mucho en sus políticas educativas, de salud, vivienda y empleo.
Desmond Tutu (Arzobispo de Ciudad del Cabo y Premio
Nobel de la Paz), sostiene al
repecto que
“seguramente se va a perder dinero y la mayoría de estadios no se van a usar más, pero el beneficio psicológico, el sentimiento de orgullo nacional y de confianza en nosotros mismos que va a significar este Mundial no tiene precio”.
Lo cierto es que este tema da para pensar. Este Mundial es para muchas naciones mucho más que una celebración internacional llena de banderas de distinto color, con cánticos en distintos idiomas. El alcance es mucho mayor. La competencia es mucho más profunda.
Veremos qué sucede con
Uruguay. Yo, por las dudas, ya voy pelando las
chauchas.